martes, 11 de diciembre de 2012

El verdadero problema de la educación


Sin duda uno de las cuestiones más importantes que debe tratar una sociedad, al igual que su modelo judicial, es su modelo de educación. El primero para garantizar la supresión de tensiones innecesarias entre los elementos de la sociedad, y el segundo —una vez creado ese espacio de concordia—, para muchísimas cuestiones sensibles y capitales como es la pervivencia del propio modelo social, esto es, su retransmisión a las generaciones futuras, y el establecimiento del propio modelo y su desarrollo en el marco adecuado, que hoy por hoy no puede ser nada más que la sociedad del conocimiento. Esto supone una mirada al pasado y una mirada al futuro.
Precisamente por esto último, es aquí donde más difícilmente se pueden poner de acuerdo los sistemas políticos cargados ideológicamente o que simplemente presentan perspectivas claramente irreconciliables respecto a esos dos momentos. Y es precisamente por esto que es aquí donde hace falta un punto de vista superior. Vamos por partes.
Parece del todo evidente que ni la derecha ni la izquierda tienen la patente de corso o la certidumbre respecto a la supremacía de un modelo educativo, parece evidente que en lo que respecta al fracaso escolar, con todo lo que éste repercute en la vida personal y laboral, estamos a la cabeza de Europa y que ningún reforma ha venido sino a enturbiar el panorama y a ser (salvo para alguna cuestiones relacionadas con la adecuación a los nuevos tiempos) inútil, parece evidente que estas reformas están más encaminadas a buscar parcelas políticas de decisión para hacer y poder hacer cambios interesados, que para hacer verdaderos cambios o transformaciones sustanciales que nos saquen de este pasmo, parece evidente que entre esos cambios interesados están los referidos ideológicos o doctrinales que nada interesan a la sociedad ni le resulta interesantes porque les apartan del verdadero problema.
Este continuo toma y daca ni le resulta interesante a la sociedad ni la sociedad se lo merece: no nos lo merecemos. La sociedad necesita un camino alternativo a la eterna lucha de doctrinas, de la doctrina pseudo-ética con la pseudo-social, y alcanzar una determinación suficiente que nos aparte de la indeterminación improductiva. Esto es el principio de verdad, doblemente necesario por cuanto nos acerca a algo y nos aleja de otro algo que nos consume sin remisión.
Sin remisión, porque ahora llegan éstos y hacen esto y luego llegaron los otros y harán lo contrario, en tanto que nosotros no necesitamos ni esto ni lo contrario sino algo diferente, esto es, un análisis de los problemas o más concretamente del problema de la educación en el seno de la sociedad y de forma particular en el sistema educativo.
Nosotros trataremos esos dos capítulos cuando tratemos los principios de verdad y cuando desarrollemos sus repercusiones en el marco de la propia Teoría. De momento sólo manifestar la sinrazón política, fruto sin duda de la social, y de la ceguera o incapacidad de ver a la sociedad como la presentaba Salvador Espriu en su “Assaig de cántic en el Temple (Ensayo de cántico en el Templo)” y cantaba Ovidi Montllor.


Oh!, què cansat estic de la meva covarda,
 Oh!, qué cansado estoy de mi cobarde,
vella, tan salvatge terra,
 vieja, tan salvaje tierra,
i com m'agradaria d'allunyar-me'n,
 y como me gustaría alejarme,
nord enllà, on diuen que la gent és neta,
 allí al norte, en donde dicen que la gente es limpia,
i noble, culta, rica, lliure,
 y noble, culta, rica, libre,
desvetllada i feliç
 despierta y feliz!


No hace falta estar en guerra ni es preciso un norte físico para anhelar un estado de las cosas mejor como elemento indispensable de toda transformación. Nuestro norte es una idea, una forma de ser y estar, limpia, noble, culta, rica, libre, despierta y feliz.