martes, 7 de mayo de 2013

Resumen de la 13ª entrega de la Teoría social

Una vez centrado el problema y nuestro esquema de trabajo sobre el principio de bipolaridad y el efecto transistor vamos a desarrollar una solución o cuando menos un avance a través de su compresión. En particular estableceremos elementos de ruptura de la situación actual desde una concepción diferente de la distribución  y de la necesidad de la redistribución: la redistribución no sólo garantiza el bienestar sino la pervivencia del sistema o, lo que es lo mismo, el mantenimiento de un flujo amplio entre los polos y el mantenimiento de un valor óptimo de polaridad.
La redistribución, por tanto, lejos de ser una cuestión que enfrenta a los polos y los separa, y lejos de ser una cuestión de caridad social, será una cuestión de pervivencia del propio sistema o de su viabilidad, y más concretamente un mecanismo de ajuste entre dos situaciones extremas, esas que vienen representadas por dos segmentos sociales, por dos facciones ideológicas, por dos necesidades en clara confrontación.
A primera vista parece que la redistribución anula la bipolaridad y por tanto toda posibilidad de crecimiento. Ahí está el verdadero elemento de confrontación. Pero, ¿es necesaria una gran bipolaridad para que haya flujo y crecimiento? En realidad no.
De una parte, gran parte de la bipolaridad actual es superflua o innecesaria pues no está pensada para el desarrollo de las sociedades sino para la acumulación de una riqueza que posteriormente no se emplea de ninguna forma. Cuando digo de ninguna forma quiero decir que no sólo no se aplica al sustrato social sino que es independiente del mismo para su generación y desarrollo, en cuanto que se realiza mediante procesos mecanizados, por lo que no se aplica para la empleabilidad. La pregunta es inmediata, ¿Qué hacemos con el 99% de la población cuando se produzca todo lo que necesitamos con el 1%? ¿Es viable un sistema en el que sólo produzca el 1%, y, por tanto, en el que sólo consuma el mismo? Parece evidente que no y que la inclusión en la cadena de consumo de ese 99% mediante la redistribución de la riqueza es necesaria para pervivencia del sistema señalada.
De otra parte,  gran parte de esa fuerza se diluye, en lo que podemos definir como resistencias del sistema, por lo que sólo se precisa un grado de bipolaridad escogido y minimizar las resistencias para garantizar un funcionamiento sostenible, esto es, sólo necesitamos redistribuir convenientemente la riqueza para que ésta esté donde se precisa, lo que en sí mismo conlleva la supresión de un gran número de todas estas resistencias sociales; además de modificar la estructura social (inversión social) y la política (principio de verdad) con este mismo fin, lo que redunda además en una mayor eficiencia de todo el aparato social.
Se trata de establecer un orden y una higiene en el sistema socioeconómico y político, ajustando en ambos casos el grado justo de bipolaridad, mediante estos mecanismos y mediante el ajuste de lo que ha venido a ser su motor: el principio de competencia.
Podemos afirmar taxativamente que esta sociedad se ha regido por el principio de competencia, que ha dado lugar a una gran bipolaridad, pero que en este estadio social su funcionalidad es más que cuestionable, y que es precisa su modificación o transformación en otro más acorde con los tiempos y más útil.
En particular, se trata de modificar el principio de competencia de los competidores al principio de competencia de los competentes, que lleva a la plena ocupación de las personas según su cualificación sin que medien criterios adulterados de oportunidad, y a que la sociedad se beneficie tanto socialmente como económicamente de ellas.[SIGUE]