jueves, 3 de enero de 2013

El abismo fiscal y el existencial


¿Qué tienen en común la huelga indefinida de la T4 y el “abismo fiscal”?. Es una forma de empezar este post. Otra forma de hacerlo es preguntarnos qué extraña circunstancia puede hacer que la pervivencia natural de un servicio (como el de la limpieza) esté determinado por el gasto que representa para otro servicio (haciendo viable el segundo a costa de hacer inviable el primero), y, de otra parte, la que hace que ocurra algo parecido con el gasto social y se esté pensando en reducirlo sin más o debatiendo quién debe soportar el coste, haciendo de ese debate una cuestión existencial o de la que pende nuestra supervivencia y la del mundo entero.

Efectivamente parece que más allá de un abismo fiscal estemos ante un abismo existencial, lo que pone de manifiesto que no hemos entendido algo de todo esto, y que después de varios siglos de relaciones económicas no hemos aprendido qué cosas se pueden hacer y cuales otras no, esto es, no sabemos nada de las fuerzas que se ponen en juego en dichas relaciones económicas ni qué hay que hacer para armonizarlas o para que no entren en fricción.

Se llega incluso a la paradoja de no gravar a las clases pudientes porque esto implicaría parar a la economía en lo que se presenta como un axioma de la economía: la necesaria desigualdad. Un axioma planteado por un sector y aceptado aunque sólo a regañadientes y por mandato empíricopor el otro. Ese axioma se traduce en el mantenimiento a toda costa de todos los diferenciales o plus-productos. Esta es la extraña circunstancia puesta en juego.

Parece evidente que la verdad no podemos dejarla en manos de la realidad, cuando nos topamos con ella y se presenta como realidad, y que si el tal axioma es cierto lo será porque obedece a una base teórica que tendremos que establecer para poder determinar donde radica su fundamento y aplicabilidad y, de este modo, no rechazarlo o usarlo por sistema en lo que a la postre se presenta (cuando equivocamos el uso) como una perspectiva sectaria.

El gasto y el ingreso hay que armonizarlos, hay que armonizar el gasto con la capacidad de gasto (o acumulación de ingresos). La socialdemocracia tiende a diluir el ingreso (aumenta el gasto y disminuye la capacidad de gasto y de generación), el capital tiende a dosificar el gasto (ese que sólo produce bienestar) y lo focaliza en aquel que causa alguna rentabilidad. Esto es, uno gasta y disipa el reservorio de riqueza y otro lo disipa pero pretendiendo aumentar dicho reservorio o acumulación.

Ni que decir tiene que la base teórica está en el principio de bipolaridad, que es el que establece hasta que punto tiene que haber una desigualdad porque sin ella no hay flujo (riqueza) y cuál es su límite para que ese flujo esté optimizado y cree bienestar, pero está también en el efecto transistor que caracteriza qué parte de bienestar se traduce en un decremento de las resistencias sociales, que son resistencias a ese flujo, lo que permitirá mantenerlo sin necesidad de estar establecido sobre un gran diferencial (la determinación de las resistencias sociales se desarrollará posteriormente en la teoría social), estableciendo una proporcionalidad directa entre crecimiento y desarrollo social.

La bipolarización establece un punto de equilibrio del sistema (transistor y resistencias) y hace de los criterios en confrontación simples medidas coyunturales de regulación o ajuste de las dos partes activas del sistema, que tienen que trabajar conjuntamente para trabajar de forma óptima, y que tienen que hacerlo porque, cada vez más, no hacerlo de forma óptima es no poder hacerlo de ninguna otra o hacerlo de forma altamente deficiente (tal como ocurre).

La base teórica nos permite modificar el axioma y establecer una condición suficiente para el sistema económico, que a lo postre se presentará como necesaria para la pervivencia del sistema social o la continuación lógica de lo que éste ha venido siendo.