sábado, 9 de marzo de 2019

LA ULTRADERECHA Y EL SINCRETISMO


LA ULTRADERECHA Y EL SINCRETISMO

                    EL LIBRO DE LOS CAMBIOS (Capítulo 2)

                                                             (total capítulos editados, aquí)


PRIMERA PARTE

(1) El resurgimiento de los partidos ultraderecha, en general, y de forma particular en España a través de VOX, es la prueba clara de que algo se está haciendo mal, que hay problemas de fondo que están tomando otra dimensión. Como toman otra dimensión apareció el 15M en su momento por un lado (y en un sentido), y como toman otra dimensión aparecen estos partidos por el otro.
Aparece la ultraderecha porque los poderes políticos establecidos no tienen una respuesta a los problemas, o unos posicionamientos convincentes o suficientemente clarificadores. Problemas tales como la migración, o la desestructuración social, o el desequilibrio intra-nacional. Tampoco se tiene respuesta respecto a la aparición de estos partidos, tomada como otro problema más (algo sintomático, casi patológico), porque no se tiene la capacidad, ni mucho menos, de contener el sentimiento desbordado o generalizado que los promueve, principalmente porque sólo se puede hacer esta contención desde la honestidad o la comprensión; y no se tienen. No se tiene esa capacidad a pesar de venir acompañado de un reclamo tan rancio y poco atrayente como el himno de la legión.  Quiero decir que si en vez de ese reclamo se diera una escenografía más actual la cuestión podría ser peor, más irrefrenable, más extensible y extrapolable a la que acontece en Francia y otros países, o a la del nacional socialismo previo a la Segunda Guerra.
La explicación de lo que ocurre ya está dicha en La crítica de la razón social, ahora sólo tenemos que particularizar para el caso, ahondar en lo que se dijo para comprender lo que está ocurriendo a este respecto, ahondar concretamente en los principios de verdad (tal como haremos en el siguiente punto) porque es sobre lo que pivota toda esta realidad, permitiéndonos, además, realizar un tratamiento intelectual de las cuestiones, y no político.
La explicación-solución pasa también (o en consecuencia) por comprender lo que he dicho respecto de los sentimientos desbordados, y cómo unos sentimientos hacen que se desborden otros por contacto, y, consecuentemente, pasa por comprender la importancia de que nuestras verdades sociales sean lo suficientemente ciertas y asépticas, tan ciertas que no permitan estos nidos de mentira de los que se valen los sentimientos para florecer, y que neutralicen la asimetría social que les sirve de alimento o de pretexto.
Podría hablar también de la cuestión catalana en este contexto, pero será en otro trabajo y con otra perspectiva: hablaré del asunto y de él derivaré a los principios de verdad según proceda por su relevancia y concordancia, y no al revés (como aquí).

(2) No es extraño que los principios de verdad sean tan importantes o estén en el eje de toda la discusión. Todo lo que ha transformado las sociedades son o han sido principios de verdad. Lo que trató de establecer el cristianismo fueron unos principios de verdad. Lo que trató de establecer la Ilustración y luego el marxismo fueron unos principios de verdad. En cada caso pretendiendo superar el mundo anterior conocido.
-¿Qué es lo que supera el cristianismo? Bueno, el cristianismo dio un mensaje nuevo sobradamente conocido, pero, para lo que nos importa, pensemos sólo en que, frente a las religiones anteriores, como las orientales, que aceptan el status individual o social como inamovible, el cristianismo supuso un revulsivo teórico y práctico. Respecto al práctico, acordémonos de la lucha contra el esclavismo, de la que fue precursor. Respecto al teórico, acordémonos de en cómo la tradición oriental asocia el desajuste social de las castas al karma y su superación a la migración de las almas o la encarnación, es decir, que lo asume porque lo entiende como una herramienta pertinente para la evolución espiritual: el pobre es pobre, el rico es rico, y ya está.
-¿Qué es lo que pretende superar el marxismo? Para el marxismo, el mundo conocido que pretende superar es el del capitalismo feroz, y con ello la anulación, no esencial del individuo (como en el esclavismo), sino existencial: ahondando en las proclamas de la Ilustración, esto es, en el igualitarismo social.
Podríamos llegar hasta los Mandamientos. ¿Qué son los Mandamientos sino principios de verdad? Esto nos ayuda a entender mejor qué es (lo que es) un principio de verdad. De hecho, el desarrollo de esta identidad (principio de verdad-mandamiento) nos da para decir multitud de cosas, y, como primera de ellas, que más buenos o más malos, de forma más exacta o menos, llevamos 4000 años con los mismos principios de verdad.
¿Qué son los Mandamientos? Sujeciones o compromisos sociales destinados a orientar a la sociedad en una determinada dirección y preservarla de sus excesos… Mandatos. Algunos de ellos los hemos desechado por innecesarios, o superado, y a otros no llegamos todavía en la actualidad, aun siendo una exigencia mínima.
¿Qué tenemos ahora? Ahora tenemos La Constitución o, por decirlo mejor, los pretendidos principios de verdad derivados de la Ilustración. ¿Es lo mismo? No, no es lo mismo:
Cuando nosotros decimos “No matarás”, eso está en el imaginario colectivo y hacemos lo posible porque sea así. Cuando hablamos de “El derecho constitucional a la vivienda”, hablamos de algo que se pretende o entendemos bueno, pero ya está. Más aún, cuando decimos “Igualdad” estamos diciendo algo que no está en ese imaginario y que tenemos que regular jurídicamente para darle forma porque no tiene esa forma (de principio de verdad) de manera natural. Ésa es la diferencia entre un Mandato y una regulación jurídica, su determinación, su aceptación inequívoca, su concordancia con una determinada forma de ser o expresarse el sentido común.
Ocurre que al darle forma se convierte en algo reconceptualizado, que se tropieza con otras cosas, de tal manera que hay una mitad de la población que directamente no lo acepta y por lo menos la mitad de la otra media que lo hace con reservas. No son principios, son pseudoprincipios. No son lo mismo, y por no serlo no nos lo terminamos de creer. Y no lo terminamos de creer porque es imposible desde todo punto de vista. Desde un punto de vista teórico va en contra de la realidad de las cosas, de su fundamento lógico: simplemente, ni somos ni podemos ni debemos ser iguales. Desde un punto de vista práctico no existen los mecanismos que lo hagan posible (sino todo lo contrario).
Que sea imposible no quiere decir que no podamos tenerlo como referencia, y que represente una de tantas superaciones de lo humano (de lo demasiado humano). Es decir, podemos tratar de alcanzar una idea de igualdad que podamos llevar al imaginario, pero eso significa dos cosas, una aceptar que no es principio (de lo que se parte) sino final (por esto es pseudoprincipio), y otra, que tenemos que hacerlo mediante un proceso de construcción. Aquí es donde viene la necesidad de los vasos comunicantes (VVCC introducidos en “La crítica de la razón social”), la de hacer que esa desigualdad responda exclusivamente a nuestra propia naturaleza (a lo que somos), y no a otras razones, y no tenga, en primer orden, consecuencias psicológicas o morales, y luego económicas (más allá de lo razonable). Y es aquí donde viene también la necesidad de la inversión social, proporcionando la ocupación pertinente a cada una de los individuos en función de su singularidad.
Ese proceso de construcción tiene dos etapas una la de desmontar o derribar, de la que se ha ido encargando todo el proceso de estandarización, y otra, la de construir, propiamente, o formar, y no sólo desde el punto de vista arquitectónico que acabamos de expresar a través de los VVCC y la inversión social, sino desde el lógico, y ahí está el problema, ésa es la verdadera encrucijada en la que estamos ahora. omresarse cia con un deteterminada forma de ser del sentidn guiño.a con otras cosas, de tal forma que hay una mitad de la pob

(3) ¿Qué ha ocurrido en sociedad, y que es en realidad la madre de todos los problemas? Pues que hemos sustituido los Mandatos por una regulación jurídica que da lugar a tres cuestiones: a la inefectividad, a la ambigüedad, y a la asimetría. Esto es parte del proceso de estandarización que ya indiqué, que incluso entra en confrontación con los Mandatos (léase con el principio común, con el imaginario colectivo).
Cuando yo digo “No robarás”, estoy diciendo eso, y estoy diciendo que existe una jerarquía entre eso y todas las otras acciones o efectos que se deriven de ese acto, de tal modo que el ejecuta la acción nunca puede ser la víctima de ella o lo que se desprenda de ella de forma natural. ¿Esto qué quiere decir? Quiere decir que si alguien roba en mi casa, todo lo que ocurra y le ocurra al ladrón es de su responsabilidad. Salvo la muerte o el ensañamiento, que tiene mayor jerarquía o no sucede de forma natural, y habría que someterlo al criterio de “defensa propia”, y similares. Sabemos que la regulación jurídica nos lleva a otra cosa.
También nos lleva a otra cosa si alguien en vez de robarla la ocupa. Aquí sucede que alguien ocupa tu casa y no lo puedes echar. Es el mundo al revés. Al revés para el ciudadano, porque el Estado sí que se previene de esto. Los dos deberían tener la misma legitimidad, es decir, la misma capacidad de respuesta frente a la misma acción, o, en su defecto, ser el Estado responsable subsidiario de eso que impone, de esa conducta.
De forma análoga, lo mismo que el Estado tiene leyes, jueces y medidas represoras para obligar a una forma de comportamiento, y su aplicación no resta legitimidad al Estado (salvo en cuestiones de mayor jerarquía), los padres tienen y deben tener normas, criterios paternos y posibilidades coercitivas sin que esto derive en una pérdida de sus derechos paternos o en la merma del respeto filial, o (el) de las normas de convivencia (cuando menos). En este sentido, cuando se decía “Honrarás a tu padre y a tu madre”, se quería decir que por defecto los hijos están obligados al principio de autoridad paterna, muy al margen  de las capacidades y de las actuaciones de esos padres. De esto hemos pasado (quitando la última parte de la frase) a que sí se pueda cuestionar esas capacidades, y de ahí a que no se acepte esa autoridad paterna como principio, en tanto que los padres sí están obligados al socorro, no de los hijos (puesto que no se comportan como tales en ese caso), sino de esas personas jurídicas, que viven de forma disoluta y sin compromisos.
Mediante la regulación jurídica (ésta regulación jurídica) hemos pasado de unos padres que circunstancialmente imponen a sus hijos, sin que éstos tengan otra posibilidad, a que sean los hijos los que impongan a los padres sin remedio ni amparo. Es decir, de una asimetría a otra.
Esta regulación jurídica,  como proceso de liberación, ha podido ser necesaria para desasirse del corsé del Mandato decimonónico (de la asimetría ancestral), pero no podemos darle la vuelta al Mandato (su jerarquía) o sustituirlo por nada (es decir, rompemos pero no construimos o no lo hacemos bien). Y no se puede dar la vuelta al Mandato por muchas razones, entre ellas, porque dejar todo el peso de la educación al Estado y sus organismos tiene consecuencias: el Estado no puede con todo, y como no puede con todo se da lugar a una sociedad problemática, y maleducada cuando menos. El Estado quita la potestad, pero luego no tutela, se lava las manos. Podemos ser progresistas, pero no gilipollas, esto es, no podemos tirar piedras sobre nuestro propio tejado.
Esto es una pincelada sobre la educación, la desvertebración social y el papel de la familia, no como cuestión solapada a una determinada concepción o estructura judeo-cristiana sino como una cuestión de higiene social y de efectividad. Igualmente podríamos hablar del papel de cada cónyuge en ella, o de la escuela al respecto de esta desvertebración (será no obstante en otro trabajo, para no desviarnos de la cuestión). Desvertebración social, por cierto, que, aunque promovida por la izquierda, le viene de perillas al Capital por cuanto es la expresión de la estandarización que éste persigue, que nos lleva a lo apuntado en el capítulo anterior respecto al empeño de ese Capital, o del Estado profundo que está detrás de él, en poner en marcha un esquema social sin capacidad de respuesta por cuanto supone una neutralización de esa respuesta en los grupos de decisión básicos de la sociedad, esto es, la familia, al poner a todos sus miembros en una situación de equiparación y eterno conflicto.
Todo esto está desarrollado en la WEB, concretamente en el apartado 3ª de los Principios, donde se explica la desintegración social, derivada del igualitarismo, de otro modo:
Una sociedad regulada por principios viejos, llenos de prejuicios es una sociedad altamente polarizada, que contiene todas las patologías sociales ya vista, que le son propias y sabemos (la del patriarcado). Una sociedad sustentada en el igualitarismo alberga otra serie de patologías, patologías que derivan de la despolarización social. Una sociedad no puede estar altamente polarizada (es además una sociedad primitiva). Una sociedad no puede estar (hoy por hoy) despolarizada, porque en la despolarización está el caos, la indeterminación (derivada de la indeterminación en el sentido de circulación del flujo entre polos), la imposibilidad de transmitir generacionalmente una idea de sociedad: si se anula cualquier idea de sociedad futura en función de la idea de sociedad pasada, porque ha sido aniquilada esta última, se puede presentar cualquier otra idea interesada de sociedad futura e instalarse sin resistencia alguna, que es justamente lo que está ocurriendo en la actualidad.
Y de esa imposibilidad de transmitir generacionalmente una idea de sociedad, la imposibilidad de constituirnos, alguna vez en el tiempo, en sociedad única, salvo ésa estandarizada que es única sobre un único principio, el que promueve el Capital, el del dinero y la optimización de los procesos. Esto es importante: las sociedades o se unifican o se disgregan irremisiblemente, y es común que hagan lo segundo, aumentando su desorden, como lo hacen todas las cosas en la naturaleza a no ser que empleemos algún tipo de energía para contener o invertir el proceso. Y es importante porque cualquier idea que queramos pensar de sociedad avanzada, tiene que sustentarse en la idea de sociedad unificada. Unificación que, como ya he explicado, sólo puede venir a través de principios de verdad, de un nuevo imaginario. No cabe otra cosa.

 (4) Hay algo más importante aún que deriva del Mandato. El Mandato no sólo establece una jerarquía entre el mismo y el resto de la acciones que se derivan, sino que establece una jerarquía entre ellos, lo que nos lleva a tener ordenadas las cosas de la vida en virtud de esa jerarquía, de su importancia.
Esa jerarquía ha cambiado o puede cambiar con el paso del tiempo. Ésa es la adecuación del Principio a lo que entendemos por tal: su depuración. El debate político (y el personal) debe estar en esa depuración, en su definición, para luego poner sobre ella las cosas, y no como se hace ahora, donde son debatidas las cosas sin haber establecido esas categorías y, por tanto, sin resultado posible (que es lo que ocurre en cualquier debate político, donde cada uno habla de una cosa distinta)
Decía Kant, hablando del conocimiento y de la forma de alcanzarlo que sin las categorías no podríamos tener ese conocimiento, que “las intuiciones sin conceptos son ciegas”, pues bien, lo mismo para nuestro acercamiento a la verdad de las cosas, para el juicio moral o para ése que trata de establecer la legitimidad de las cosas en sociedad.
En este caso, las categorías son principios y están jerarquizadas (dicho de otra forma, los principios son categorías jerarquizadas), y representan la única forma de que los argumentos no sean sólo la expresión de nuestros deseos sino que respondan a un esquema aceptado.
Si alguien se preguntaba para qué sirve la filosofía, sirve para esto, para ir más allá de nuestras preferencias, para que éstas se acomoden a la verdad de las cosas, para crear esa verdad, o una verdad suficiente.
Pensemos además una cosa, cuando yo digo que es necesario ordenar nuestro mundo, quiero decir el nuestro (el del 99%), para que esté ordenado al igual que está ordenado el de ciertas élites (las del 1%), es decir, para evitar que exista un mundo ordenado y otro (el nuestro) en el caos. A río revuelto (ya se sabe), ganancia de pescadores.
Esto último no es filosofía, es subversión. Una subversión necesaria por cuanto el establecimiento de esa sociedad maleducada y problemática del 99% es algo que además busca ese 1%, esto es, el Capital, el Estado profundo, que hace de esa desestructuración la antesala de su pretendida estandarización, que a su vez es antesala del estado de esclavización social puesto en marcha.


SEGUNDA PARTE

(1) Sabemos que esta sociedad esta dividida en dos polos respecto a lo económico. La cuestión es que también está polarizada respecto a esto que he desarrollado. Entre quienes abogan por una regulación garantista (aunque endeble) y otra fundamentalista. Entre quienes abogan por el igualitarismo a ultranza y los que piensan que es contrario al desarrollo de los pueblos y de los hombres. Eso son la izquierda y la derecha sociales, la expresión de esa dicotomía, o, por decirlo mejor, eso es, o lo es de forma más categórica, el espectro político estandarizado (adscrito a las fórmulas democráticas vigentes) y ese otro que escapa a izquierda y derecha y que abomina de él.
Creo que quien no sepa ver el desarrollo de la ultraderecha desde esta perspectiva, desde la consagración de esta dicotomía no está viéndolo bien, lo suficientemente bien (sólo hay que fijarse en la intervención y la cita evangélica del portavoz de VOX en la Investidura andaluza).  Creo además que no sirve demonizar (son formas de leer la realidad en virtud, la más de las veces, de la experiencia), y que sólo entendiendo unas y otras posturas como expresión de esa experiencia (empatizando con ella, averiguando qué de verdad puede haber en lo que a priori nos parece tan desalmado), seremos capaces de dar una solución válida a la cuestión del mundo. Partiendo además de la premisa de que nadie (o casi) hace las cosas desde la perversión sino desde la incapacidad personal (por lo que es y por su experiencia) de encontrar algo mejor, y desde el anhelo de encontrarlo: incluso el que se suicida lo hace porque no encuentra algo mejor.
Sucede además que cuanto más inefectivo, asimétrico y ambiguo es el primero más fácil es que florezca el segundo, que se genere ese anhelo. Lo vimos en la Alemania nazi, lo hemos visto en Trump, en el surgimiento de la extrema derecha europea, en la brasileña ahora de una forma más definitiva, y ya en la española con VOX, consecuencia en alguna medida de la inefectividad, asimetría y ambigüedad de la política nacional respecto del independentismo catalán, que a su vez puede ser una consecuencia de estos mismos elementos en otro sentido (en el otro sentido). De lo que se concluye que esa forma de hacer política (de entender las cosas) no sirve, y que al final te salen goteras por un sitio o por el otro, si no por los dos.
Esto no quiere decir que VOX tenga o vaya a tener la respuesta a la cuestión catalana, por ejemplo, lo que quiere decir es que representa o introduce un determinado tipo de respuesta que no está en el panorama.
Estos partidos no sólo florecen por la incapacidad de dar solución a los problemas de los grupos políticos estandarizados sino por su incapacidad de expresarlos convenientemente y sin ambages, tal como hacen esos partidos llamados populistas o radicales. Son llamados populistas porque expresan aquello que quiere escuchar la gente y proponen la solución (más buena o más mala), tal como hacemos cada uno de nosotros (los que lo hacemos) en el día a día, con determinación (sólo hay que ver como despacha Trump), frente a la eterna indeterminación de los otros, frente a su equidistante soflama.
Esa radicalidad pone la urgencia sobre los temas fundamentales que están ahí y que todos podemos sentir, en tanto que la clase política estandarizada está en que lo más importante que tiene que hacer (que se tiene que hacer) es aprobar los Presupuestos Generales, que es tanto como decir que lo más importante que tiene que hacer es un ajuste contable, en tanto que el resto de las cuestiones siguen un curso u otro en función de un sentido particular de “la importancia”, cuestionable y con fecha de caducidad la más de las veces.
Lo vemos en todos los órdenes, por ejemplo en la Educación, queriendo sustituir lo fundamental por lo accesorio, y no llegando a acuerdos en lo que todos entenderíamos prioritario, que es establecer un sistema educativo saneado y eficiente, ambicioso. Y lo vemos hasta el punto de preguntarnos si hemos ganado algo al respecto de esto en estos cuarenta años, revigorizando el pasado, no por añoranza o por su excelencia sino por la total ausencia de eficacia, de elementos ilusionantes y con perspectivas de futuro del presente, de las actuaciones en el presente; y de preguntarnos si no se está haciendo de este modo de forma intencionada.
Aquí es donde viene, una vez más, el valor de los principios de verdad, como la única forma de establecer una “importancia” indubitable, como la única forma de que el debate entre las distintas fuerzas políticas se establezcan por cuestiones de segundo orden, es decir, sobre la base del principio alcanzado, que representa el primer orden, de cuya desconsideración viene, además, que algunos miles de años de Historia no hayan servido para resolver como sociedad lo esencial, que es esto que acabo de decir, y que en vez de una perspectiva fundamental se haya impuesto una lucha de opuestos que es la lucha de intereses opuestos, que prefieren no permitir, o entorpecer, que hacer: la lucha de opuestos se constituye, de hecho, como en la más perfecta herramienta de colapso social o suma destructiva de fuerzas.
Dicho de forma gráfica, tirando uno para arriba y otro para abajo no se avanza, en cambio, si se determina que el sentido es para arriba mediante el principio de verdad, ya podremos discutir si a la derecha o izquierda con la seguridad de no estar afectando a los fundamentos, al movimiento principal y consecuentemente a su eficacia.
El populismo actual no compra buena parte de los supuestos logros de la modernidad (ni el de derechas ni el de izquierdas), como el ya visto de la Educación, ni la lucha de opuestos que los sustentan (aunque no lo tenga teorizado). El populismo expresa lo que quizá no se pueda hacer o incluso represente una barbaridad hacer, pero tiene la vocación de hacer, o la suficiente cantidad de hartazgo o de impaciencia.
La demagogia de la política estandarizada expresa en cambio lo que en realidad no se quiere hacer o se sabe que no se puede, y sólo trata de conectar con los anhelos y camuflar la realidad, esto es, su escaso nivel de impacto social, incluso (como dije ya) la deficiente capacidad de contener o absorber esas corrientes populistas, esto es, de proponer iniciativas que las desactiven, más allá del discurso o la reprobación fácil e interesada.
Puesto que el poder estandarizado está dividido en dos, el de derecha y el de izquierda (PP-PSOE en España, podríamos decir), el de derechas reprueba el populismo de izquierdas, y el estandarizado de izquierdas, el populismo de derechas, dado que, radicalidad al margen, son diametralmente opuestos. Son opuestos porque tienen objetivos diferentes y surgen por diferentes causas. El de izquierdas tiene una carga ideológica contra el sistema (puesto que el sistema vigente, el del Capital, es de derechas) y el otro sólo una crítica respecto a su aplicación, su aplicación no extrema. Por ejemplo, frente al paro, el de izquierdas, propiciaría políticas contrarias al capitalismo estandarizado y el de derechas la elevación de las mismas, es decir, la supresión de los competidores, llámese migración o comercio exterior. Vemos que para uno existe una ideología social equivocada y para el otro una, adulterada o almibarada.
El primero se basa en el reforzamiento de los pseudoprincipios y el otro en el de los principios de antaño. Ambas nos llevan al localismo y al reforzamiento identitario, así como a estructuras sociales perniciosas, bien porque no son completas o implementables en el mundo actual, bien porque puede dar lugar a desastres de orden geopolítico, en ambos casos a fórmulas fascistoides derivadas, en consecuencia, de hacer lo que se pretende doctrinalmente hasta las últimas consecuencias, es decir, de la intolerancia, de la dogmática mal concebida.

(2) Lo que estamos planteando es que la política estandarizada no sirve porque está estandarizada y no tiene principios o más principios que una regulación jurídica difusa (un perpetuo conflicto), la populista ultraconservadora no la queremos porque parte de unos principios arcaicos, llámese dogma de Fe o no, y que el populismo de izquierdas está vacío de referencias reales, obsoleto; y que, por tanto, necesitamos una nueva referencia política, una apoyada en otra dogmática, en una dogmática social, no en un marco jurídico sino en principios de verdad.
Lo que estamos planteando además es que se puede promover esa dogmática desde posiciones progresistas, que, aunque es dogmática, sólo comparte con la dogmática ultraconservadora, su carácter dogmático, no su contenido. Esa similitud es la que hace (junto al vacío preexistente) que determinados grupos sociales o perspectivas personales, que no encuentran una versión progresista de lo que se quieren expresar, se desvíen a esas fórmulas, tal como se ha puesto de manifiesto en las elecciones de Andalucía.
Si reparamos en estas elecciones, en la que ha resurgido la ultraderecha de VOX y ha crecido el centro-derecha de Ciudadanos, VOX se ha presentado de esta forma que digo (regeneración y determinación) frente a la derecha tradicional del PP (para su electorado). Y, curiosamente, Ciudadanos, siendo centro-derecha, se ha presentado de esta forma para el electorado de izquierdas (o de la derecha amable) a falta de una izquierda que cumpla esta función (PODEMOS en este sentido fue el sueño de una noche de verano), lo que evidencia esta necesidad de referencias (determinación) que acabo de presentar, que podría haber sido más polarizada sin esa segunda fuerza política referida.
A decir verdad, si VOX en vez de representar esa parte extrema de la derecha, que es así porque se desgaja por ese lado del PP, recogiendo todo lo rancio de la vieja derecha, se hubiera desligado un poco (hubiera tenido esa capacidad), otro gallo hubiera cantado, esto es, que muy probablemente hubiera recogido a otros muchos perdidos en el camino, dado que es toda esa parafernalia rimbombante la que desluce un discurso que podría conectar incluso con el de la izquierda por lo ya dicho (ejemplos tenemos en los parlamentos europeos), esto es, por cuanto son o quieren ser un contrapoder.
Invalidando el sincretismo político planteado, se podrá decir aquello de “claro, y si la abuela tuviera bigote ya no sería la abuela, sería el abuelo”, y es verdad, es verdad la imposibilidad de esta mutación o esta transversalidad, como lamentablemente lo fue con PODEMOS por su no menos rancia vieja guardia. Errejón ya expresó vía twitter ese “miedo” a Podemos: "A los poderosos ya les damos miedo, ese no es el reto. Lo es seducir a la parte de nuestro pueblo que sufre pero aún no confía en nosotros".
Pero, siendo verdad, no es menos verdad que esto es en buena medida lo que pretende Ciudadanos (como lo ha pretendido cualquier grupo de centro que se precie) para alcanzar ese posicionamiento regenerador desideologizado, que otros, precisamente por lo que estoy tratando y les supone, tratan de arruinar o de escorar. Y no es menos verdad que conectar con la esencia que queremos todos (cosas que sirvan, y que sirvan ya) es también lo que pretenden los dos grupos citados (Podemos; Vox) por ser como son esencialistas, o creerse ellos mismos que lo son.

(3) Lo anterior me lleva a otro análisis más arriesgado. Ambos partidos extremos quieren conectar con la esencia de la ciudadanía y no lo consiguen como consecuencia de sus remanentes históricos, sus particulares obcecaciones, sus resistencias doctrinarias, y, particularizando a lo español, por una guerra civil. No lo consiguen como consecuencia de no comprender qué es lo que tienen que quitar para llegar a la ciudadanía sin perder la esencia, que es la única forma de romper el techo electoral que tienen por defecto, como muestra o efecto visible de esa conexión. La contestación de Iglesias al comentario de Érrejón en la cita anterior demuestra que él no lo comprende, además de demostrar que sólo sabe de funciones de una variable y que tiene muy poca intuición (ya, por tres veces): la realidad ha demostrado ser más compleja. La simple mención por parte de Vox de querer separar en las escuelas a los niños y a las niñas pone de relieve también, en primer orden (que más tarde ajustaré), que sus dirigentes no han entendido nada.
La cuestión es que no hay dos esencias de una misma cosa, sólo una, por pura definición, de lo que se desprende que queriendo llegar los dos a esa esencia no puede ser sino a través de la convergencia.
Lo que estoy diciendo es que, salvadas esas objeciones, es más fácil que esa derecha conecte con esa izquierda, y viceversa, a que lo hagan con las respectivas formas estandarizadas (más allá de la exigencia de las mayorías parlamentarias) y que muy bien se puede llegar a esa conexión a través de la verdadera esencialidad de sus posturas, esto es, mediante los principios de verdad, para lo que sólo tendríamos que quitarle algo de caspa a los Principios de la derecha y ponerle algo de verdad a los pseudoprincipios de la izquierda, es decir, ser otra derecha y ser otra izquierda, o unas versiones nuevas o actualizadas, que muy bien se podrían corresponder con el Ciudadanos de Rivera (que podemos asemejar a Vox sin esa caspa) y el Podemos de Errejón (que se quiere desmarcar de Podemos) si no fueran porque respecto a la esencialidad exigida, como veremos más adelante, ya van muy por detrás de los tiempos, que son tiempos de sublevación global.
Lo que estoy diciendo, además, es que, salvada nuestra memoria histórica (tal vez por ella), ambos grupos extremos (Vox, Podemos) están conectados como están conectados dos gallitos de pelea, que se saben gallitos, aunque luego peleen a muerte. Los dos gallitos tienen en común que aunque vivan en democracia tienen una misma idea antisistémica de la misma. Los dos tienen el mismo espíritu, aunque diferente concepción, pero los dos quieren lo mismo o podrían quererlo si no caen en la alienación o en la degeneración, o, más propiamente, si desarrollan su última versión por el camino de la esencialidad y se atienen a lo que de verdad, de verdad, se debe exigir de una sociedad: elementos de higiene social, y como primero de esos elementos de higiene el de la relación con el Capital y el tratamiento correcto de toda la manipulación perpetrada por el Estado profundo del que muchos de ellos son en realidad acreedores.
¿Es tan difícil? Sólo voy a poner un ejemplo. ¿Cuántos de esa derecha o de esa izquierda no volverían a una legislación tan proteccionista para el trabajador como la heredada por el franquismo? Está claro que el mundo ha cambiado y que tenemos que adaptarnos al mundo, pero sabemos dónde está el nivel de referencia. Unos llegaron a ese nivel desde la necesidad y otros desde la sujeción moral o el paternalismo institucional (que no tienen el Capital o los Bancos hoy en día), y ahí se cruzaron y encontraron el común denominador. La necesidad sigue siendo la misma, sólo tenemos que reeditar otras formas de sujeción o compromiso y articularlo social y económicamente (VVCC e inversión social).
No es tan difícil. El común denominador es eso que nos sirve a todos. Así se llega a la esencialidad, cruzando de forma transversal todas las capas laminadas de la sociedad. Así se llega a esas formas de higiene social, así se llega a no querer más de lo que nos corresponde, a no querer todo lo que se pueda de aquello que queremos porque si lo queremos y lo tomamos seguro que nos tropezamos con algo.
Por ejemplo, a alguien le podrá parecer el colmo del control o dominio de la propia vida que una niña de 16 años, que por otra parte tiene que pedir permiso a sus padres para faltar a clase, pueda abortar sin tan siquiera el conocimiento de éstos, pero es un exceso, un exceso que termina cayendo porque, como dije, y para empezar, no está en el imaginario e incluso es contrario al sentir de gran parte de la población (de izquierdas también), que en buena medida toma esto como una usurpación de responsabilidades. Una cosa es presentar principios de verdad y otra bien distinta una moral de Ikea (pseudoprincipios).
En consecuencia, podrá implementarse en sociedad, pero siempre estará en el capítulo de los “debes” de esos grupos, esto es, será derogado a la menor oportunidad. ¿Qué sentido tiene darle a la tuerca una vuelta de más y que se pase de rosca? ¿Qué sentido tiene poner en sociedad reglamentos que sólo responden o son la materialización, más que probablemente, de la frustración vivencial y adolecente de alguien, de una mala experiencia paterno-filial en este sentido? No estamos hablando del aborto, estamos hablando de otra cosa. Esto es un caso más de asimetría. Asimetría entre el Estado y las personas, y, si se quiere, entre las obligaciones educadoras-preservadoras de los padres y las que de forma real tienen lugar. Esto es un caso más de manipulación y de anulación del dominio de nuestras vidas a través del supuesto empoderamiento de los miembros en formación de las unidades familiares y su equiparación a los elementos ya formados de las mismas como método para romper cualquier vestigio de tradición, de esquema previo en la toma de decisiones, y nos pongamos, ya sin esquema, en la posición de aceptar cualquier cosa que nos quieran poner en la tele.
De otra parte (y del otro lado), otro tanto se podría decir respecto al aborto en sí. Uno puede tener en muy alta consideración la vida humana, pero ¿de qué sirve, en virtud de la misma, hacerla extensible al resto de la ciudadanía si ese resto tiene en consideración otras cuestiones, otras premuras? La esencialidad de las cosas no puede venir por la vía de la Fe o la creencia y querer hacerla universal cuando tiene tantos efectos colaterales, y cuando, además, ni siquiera a efectos de esa Fe se tienen resueltos todos los supuestos: ¿qué pasa con los abortos generados por el DIU? La esencialidad comportan tantas contradicciones que no nos queda más remedio que establecerla sobre el mandato social (la derecha doméstica incluso lo hace, por lo mismo) y dejar el moral para el que lo sienta así, dejando que sea la providencia la que en un futuro nos saque del dilema de alguna u otra forma (algo análogo se puede decir de la eutanasia).
En la transformación social hay que distinguir muy bien lo necesario de lo contingente, lo exigible de lo que no lo es. Lo contrario es invertir las categorías, las jerarquías. Cuando se invierten, la sociedad se resiente, y se descompone poco a poco. Es decir, no puede aguantar el peso de la asimetría social mucho tiempo (tenga la forma que tenga), a no ser que se quiera llevar a la sociedad a alguna forma de totalitarismo.

(4) Voy a tratar de hacer el “más difícil todavía”. Algo parecido a lo anterior ocurre con la ley de violencia de género y la discriminación positiva que la acompaña, si no peor. Digo peor porque, como se ha visto, más hincapié ha hecho la ultraderecha en esto que en cualquier otra cosa, entendiendo ella misma que aquí (en España) y ahora es en lo que más puede diferenciarse de otras formaciones políticas, porque es sobre este particular sobre lo que se ha instalado un pensamiento único. Es decir, que hay que hacer la lectura en esta clave y darse cuenta de qué es lo que dicen todos (lo mismo) y qué es lo que pretende decir quienes dicen algo diferente, y por qué. Y qué nos aparta de la posibilidad de llegar a la verdad social de las cosas, a ese sincretismo.

(A) La cuestión no es, en primer término, si lo está expresando un partido de ultraderecha (la verdad es verdad la diga Agamenón o su porquero) sino si se está expresando un malestar real existente que no encuentra (encontraba) otras formas de visibilizarse, y sí muchas de ser acallado. De hecho esta cuestión no es una cuestión de la ultraderecha sino una cuestión sobre la que no se ha tenido en consideración a una de las partes (como si no fuera parte) a base de criminalizar cualquier manifestación, declarándola misógina para acallarla, de tal modo que, a falta de un grupo pro-igualdad entre los géneros claramente constituido (aunque existe la sensibilidad), no se ha podido tener presencia ni ejercer ningún tipo de reacción, y ni siquiera reticencia. Y de hecho, también, es muy probable que se declare de ultraderechista o incluso fascista este posicionamiento, aprovechando que la ultraderecha es la valedora del patriarcado, para forzar que nadie se acerque a esas posiciones o tome sensibilidad, a riesgo de ser tomado como tal fascista, por asociación, sin tomar en consideración que fascista es el que hace una ley asimétrica, a sabiendas (sobre todo si se hace desde el odio), no el que la denuncia.
Pasa algo parecido a lo que ocurre con el separatismo catalán y el proselitismos independentista (se utilizan las mismas técnicas de extorsión emocional-intelectual), aquí también existe una mitad silenciosa y silenciada con sus derechos conculcados sin una voz, y no por esto conformes. La diferencia es que allí puede ser que estén sufriéndolo en el día a día, dependiendo de los ámbitos, y en esto sólo el que entra en algún tipo de conflicto, como pueda ser un proceso de divorcio, lo que lo puede hacer más indetectable o menos susceptible de debate, en virtud también de los casos reales de violencia (maltrato, violaciones) que sirven de justificación para todo lo demás, esto es, para crear una determinada cultura, una determinada subclase ciudadana, criminalizando al sexo masculino y muchos de los gestos que le son propios que no tienen nada que ver con esa violencia.
Allí se hizo visible luego la Sociedad civil catalana con todo lo que representaba. ¿Tendremos aquí que densificar y bipolarizar igualmente las posiciones, o seremos más inteligentes? Tal vez en la salida a escena de la ultraderecha esté la contestación.

(B) La cuestión no es sólo, por tanto, y en segundo término, que un determinado partido exprese algo que no estaba expresado y trate de expresarlo, la cuestión es que quien lo está expresando no estaba antes en el panorama y no ha tenido oportunidad de hacerlo, esto es de posicionarse frente a esa realidad, frente a ese malestar, y darle un carácter político a lo que de otra parte ya tiene sobrada forma. La respuesta no puede ser, en consecuencia, dado que es nuevo en el panorama, ningunear sus objeciones sino hacer pedagogía con ellas, puesto que ellos precisamente asoman en virtud de esas objeciones, que luego tendrán el tratamiento que tengan que tener. Pensemos cómo debería tratar una comunidad de vecinos a un nuevo vecino, o un círculo laboral a un nuevo trabajador, con sus normas, usos y costumbres, y nos haremos una idea de esa respuesta. Nos haremos una mejor idea si pensamos qué fácilmente se confunden las normas con esos usos y costumbres, y, más aún, si pensamos en el afán de unos por mantener el status frente al legítimo derecho del nuevo vecino (trabajador) a diferenciar unos de otros.
Aquí la confusión no se establece entre la norma y el uso sino entre la ley y el pseudoprincipio, esto es, la ley con pretensiones de rango superior, al que quiere dar lugar. Es decir, la confusión se establece porque hay quien toma la Ley como un Principio (y los principios no se tocan), sin serlo de verdad,  y porque en vez de analizar qué puede haber de verdad en los planteamientos se blinda mediante el consenso alcanzado a través del parlamentarismo estandarizado, como si esto fuera razón suficiente, abalado por una parte la ciudadanía interesada (juntando el interés del feminismo respecto de la Ley con el de la izquierda respecto al tránsito de gobierno en la Junta y la Investidura de su Presidente), que eleva la voz no para reclamar sino para acallar en origen cualquier expresión, cualquier intención. Y todo ello sin comprender que estas cuestiones no se pueden ni deben dinamitar/dinamizar con la acción popular o la componenda política, sino que hay que ir al fondo del asunto y, como dije,  hacer pedagogía puesto que el asunto, lejos de ser político, es social.
Sin entrar en ese fondo de la Ley, la cuestión es, partiendo de la necesidad incuestionable de una “Ley de violencia de género” (más acertado es cuestionar las partes que invalidar), si esta ley está o no está establecida en unos términos de asimetría social, o si para neutralizar una asimetría no nos está llevando a la sociedad a otra insostenible. Tan sencillo como esto.
La cuestión es ver si existen personas claramente perjudicadas por la Ley, que como consecuencia de ella reciben un agravio comparativo, que es lo más básico en derecho que debe cuidar una legislación y, en consecuencia, lo más recurrible judicialmente. Y verlo, es verlo, no es decir: “es mentira, es mentira, lo de las denuncias falsas es mentira, es mentira, son el 0,0075%, lo de la legislación privilegiada, es mentira, es mentira” y ya está, ni postular que cuestionar la Ley es ir contra la mujer o alguna otra afirmación interesada que trata de constreñir el citado derecho (se pone la Ley con categoría de Principio por encima del derecho). Y así todo. Es decir, la misma potestad se tiene para denunciar ese agravio comparativo a título personal (por un caso particular) como hacerlo a título general por un colectivo político o social. Si es, es.
Hay que decir una cosa más, cuando el agravio comparativo es sobre una persona de forma aislada se va al juzgado y ya está, queda ahí. Cuando ese agravio es sobre un grupo de personas por su religión, su raza, su sexo o su orientación sexual, es otra cosa. Esa otra cosa es lo que se ha tipificado modernamente como delito de odio, pero es lo que todos reconocemos desde siempre como actitudes fascistas y se reconoce como fascismo propiamente dicho cuando está regulado jurídicamente como se hizo en la Alemania nazi con los judíos, separando a las personas por clases, o por clase de personas. Y no sólo eso, esa otra cosa es algo que no permite la Constitución española, de forma explícita, de lo que se deriva que es inconstitucional, muy al margen de que en la tramitación de la Ley se haya recurrido o no para esos efectos, o pueda serlo de forma discrecional.
Dicho de forma explícita, el Estado puede legislar para amparar a la presunta víctima y darle todos los cuidados que estime, pero esos cuidados no pueden estar efectuados de forma sistemática a cargo del presunto agresor sin haber sido condenado, como ocurre ahora, mediante la cesión de la vivienda y la retirada de la custodia (valga como ejemplos de las cuestiones particulares), contrariamente a lo que sucede en cualquier otra causa judicial abierta por cualquier otra cosa que queramos considerar.
Lo anterior que he dicho no es cierto del todo. El Estado no puede dar todos los cuidados que estime porque si ocurre esto, como ocurre, una persona está pleiteando con toda la ayuda jurídico-vital del Estado, y la otra con sus medios, lo que incorpora un elemento más de asimetría en el proceso. Este mecanismo pretende facilitar que la mujer ponga en marcha estos procesos de denuncia, lo que estaría bien si no fuera porque los promueve (además de ser promovidos por otros ámbitos y factores), sin mediar control alguno, libre de gastos y de responsabilidad jurídica.
En esa ausencia de control, y no en la inexistencia de falsas acusaciones, se fundamenta el pírrico 0,0075% frente al abultado 80% de absolución, y viceversa, es la prueba de la misma, esto es, esa exigua cantidad es la prueba de la inexistente voluntad jurídica (de la fiscalía) de aproximar una cifra a la otra mediante una pertinente apertura de expediente por denuncia falsa (sin duda proceloso y costoso), salvo en los casos flagrantes o de perversión insoslayable, el 0,0075 precisamente.
Aquí está, sin entrar en el detalle, el meollo del asunto.

(C) Y la cuestión es, finalmente, si tiene o no tiene otra trascendencia, otras lecturas que vayan más allá de las que se aprecia a primera vista, esto es, si tiene repercusiones sistémicas. Esta cuestión no sólo es peor que otras cuestiones porque lo haya tomada Vox como caballo de batalla, o por la asimetría expresada en el punto anterior, sino porque este caballo de batalla, o esta asimetría, va directamente al corazón de nuestros fundamentos sociales, a los cimientos, pero no a los cimientos de las construcciones del pasado sino de las del futuro o sus posibilidades: un ordenamiento social como el actual que trata de limar todo tipo de discriminación por raza, religión, sexo (también) no puede instalarse en una forma de discriminación (la positiva), o en su sospecha, de forma indefinida e indiscriminada, y avanzar con ella.
Dicho de otra manera, se ha pretendido construir un principio de verdad precisamente con esta ley por ser una ley que corrige o pretende corregir una cuestión capital, pero precisamente por ser capital (no sólo para la mujer) no se puede hacer con esta forma de quebranto, con esta ligereza porque estamos mal guiando el devenir y las relaciones entre géneros, las relaciones de forma general, en realidad. Es decir, la asimetría a la que da lugar la Ley no sólo es una asimetría procesal sino una sustancial por cuanto se está fomentando el odio, generándolo a modo de estrategia si no existía, y exagerándolo para legislar, además de desvirtuar la realidad social en la que, ni mucho menos, la concepción de las mujeres en general ni de los hombres, ni sus relaciones, obedecen a este canon.
Se está intentando por otro lado restar importancia al impacto y enmascararlo en todos los órdenes que afecta como si verdaderamente no tuviera importancia, pero sí que tiene esa importancia y puede tenerla más aún si consideramos todas esas estrategias de la llamada “Ideología de género”. En este sentido, a modo de símil, nosotros ya postulamos que la cuarta revolución industrial no es mala en sí misma, lo es por todo lo que lleva aparejado respecto a la ocupabilidad, respecto a las nuevas servidumbres que nos impone, etc. Aquí ocurre igual, la dignificación de lo femenino, y el desarrollo de la regulación jurídica que lo ampara, no es mala en sí misma (es necesaria y conforme con nuestro momento histórico), sólo lo es si lleva aparejada la supresión de lo masculino, esto es, cuando lo masculino queda como un elemento residual, casi vergonzoso, una subclase (como ya dije) que sólo se acepta si está debidamente feminizada, desvestida de todo lo suyo. Ése es el verdadero impacto.
Cuando yo decía que la intención de Vox de segregar en las escuelas a los niños y a las niñas, ponía de relieve su falta de entendimiento, lo decía desde la intencionalidad que todos podemos darle a esta acción, conociendo como conocemos a la ultraderecha española cristiana, esto es, la de proteger a las niñas, la de la castidad, la virtud, etc. ¿Y si decimos que la intención puede ser la de proteger al niño? Más aún, ¿y si decimos que la intención puede ser la de proteger la masculinidad? Se estará conmigo que en un mundo en el que muchas minorías suman ya más que algunas mayorías, no es tan extraño, y puede serlo menos si consideramos o tenemos en cuenta todo el proceso de feminización derivado de la Ideología de género que ya he apuntado, y sólo apuntado, y que es tan incuestionable y visible en sociedad. Naturalmente, lo de la segregación no es ni puede ser solución de nada pero pone de manifiesto lo desesperada de la situación por parte de algunos observadores de la misma, es decir, la necesidad de corregir todo aquello que no obedezca a un proceso natural.
No voy a desarrollarlo aquí porque este trabajo no va de esto, va de la respuesta de los grupos políticos de ideología extrema y de la posibilidad de alcanzar un grado de convergencia, de cómo algunas veces no se alcanza por falta de lucidez, y cómo en otras no se hace porque las partes lo ponen difícil, como es este caso, y, finalmente, va de a qué da lugar esta falta de respuesta. No voy a desarrollarlo, sólo a decir lo justo para dejar patente que muchas cuestiones que parecen ocurrencias o hechos insustanciales, como lo parece una mera modificación de la ley tributaria, no lo son, y que no lo son porque van directamente al centro de lo que somos, y de lo que podemos o queremos llegar a ser.
El camino es hacer las leyes higiénicas, asépticas, productivas, incontestables. Ése es el camino de la convergencia ¿Es tan difícil? Hay dos formas de hacerlo. Una es que cada una de las facciones haga su parte y se llegue al punto de convergencia, como ya expresé. Otra que lo haga una de ellas lo que daría lugar a la irrelevancia social de la otra, dado que con una ley higiénica esa posición distinta y de fuerza sólo se podría mantener desde el absurdo. Es decir, que una vez que una parte llega a esa forma de sentido común con determinación, a la esencia, la otra no tiene mucho que decir (si la esencia la cubre uno, al otro sólo le queda la doctrina).
La tercera vía es que ninguna facción siga el camino de la convergencia, y que lleve una a la otra a la irrelevancia por mor de esa determinación, aplicada sobre otros criterios, como el de la supervivencia, por ejemplo, que es justamente la vía que se está produciendo ya en Europa, es decir, la del predominio de la derecha y la irrelevancia de la izquierda (que ya tuvo su oportunidad).
Una vía que se está produciendo sin remisión y sin altura social, por lo dicho, porque a falta de una dogmática escrupulosa a las personas les sirve una dogmática que no lo sea: la supervivencia circunstancial se presenta como esencial si no hay algo más esencial (un sentido más elevado de la supervivencia, por ejemplo, o del devenir), o si lo esencial es inconsistente y se cae porque no viene acompañado de unas motivaciones lógicas ni de una arquitectura que lo sustente; como se derivaría de una dogmática progresista como ésta que estoy intentando plantear, o es su fundamento.


PARTE FINAL

(1) Todo está dicho, pero, no obstante hay que decirlo de otra forma o muchas veces para que nos enteremos: el 3% en mordidas de CIU lo dijo una vez Maragall y tuvieron que pasar veinte años para que se dijera de nuevo, y enterarnos definitivamente; en España se hacía un tipo de política y tuvo que venir el 15M para que abriera la posibilidad a otra (prácticamente integrada ya en la preexistentes). Ahora pasan cosas y viene la ultraderecha a establecer sus límites, a reaccionar a cosas sobre las que no reaccionan otros, porque unos se quieren enterar de unas cosas, otros de otras, y de otras no se quiere enterar nadie o casi nadie.
La ultraderecha alemana (el nacional socialismo) es la que reaccionó a algo que no estaba funcionando bien en Alemania: esa ultraderecha que llamamos fascista y que luego degeneró y terminó en un Holocausto. Nosotros solemos identificar ultraderecha con fascismo y con Holocausto judío, por lo dicho, pero esa asociación no la tienen ni en Israel donde son fundamentalmente ultraconservadores o ultra ortodoxos, que es lo mismo. Y no la tienen porque saben perfectamente que una cosa es el judaísmo y otra el sionismo responsable en buena medida, por activa o por pasiva, de esa matanza, como lo ha sido de todas las guerras y las barbaridades genocidas por un afán todavía no totalmente puesto de relieve pero que se entrevé si atendemos a su agenda de dominación, la que deriva de Los Protocolos de los Sabios de Sion, que vemos implementarse paso a paso. Y esto último, muy al margen de que hayan sido los autores intelectuales o no del itinerario que se marca en ellos, el de constituirse en ese Estado profundo, el de conformar esa forma de poder total que se oculta tras el espejo y tras la engañosa presencia de los poderes representativos y de su calculada bipolaridad, tal como ya tratamos.
Es decir, que aquí y en Pequín la ultra-posición, sea conservadora o no, se opone, limita o reacciona a los excesos, o se posiciona frente a ellos, sin contemplar ni como posibilidad que pueda terminar en alguna suerte de desastre, aunque luego lo haga como consecuencia de la existencia de determinados poderes fácticos que aprovechan la coyuntura para partir la sociedad en dos, irremisiblemente, como se partió en España o se partió en EEUU por las mismas causas. Esto es verdaderamente lo que sigue ocurriendo en el país americano casi ininterrumpidamente desde su guerra civil: la división y la ultra-posición; que ha dado lugar, en virtud  de esa persistencia patriótica de fondo, a la ley NESARA (a cargo de unas demandas hipotecarias) y de forma más universal a la GESARA  y a todo lo que de ellas se deriva, esto es, toda una suerte de  medidas económicas y sociales liberadoras (veladas al público). Y que, de forma particular, propiciaría el reseteo financiero, que incluye la caída del dólar, consecuencia del cese de su hegemonía cambiaria, en la que están muy interesadas otras potencias con mayor riqueza material, en tanto que la América real, desmantelada industrialmente, se adhiere porque no se puede sustentar más sobre tamaño fraude financiero. Cuestiones que, como se puede imaginar fácilmente, están en el ámbito del más estricto secreto, casi conspiranoico, mezclando los deseos con todo tipo de infiltraciones, entre las que se incluye la posible maquinación y aplicación de medidas disuasorias o correctoras por parte del Estado profundo, que muy bien podrían derivar, una vez más, en algún tipo de desastre global.
Al margen del resultado final, vemos que la liberación de la dominación se va a hacer inicialmente gracias al empeño de quienes no se han atenido a esa dominación, aunque sea por una sublevación patriótica: los militares, su primera constitución republicana y el afán de recuperarla. Es decir, que son los que tradicionalmente han representado unas formas fascitoides de entender la política y la vida (patria, religión, ejército) los que hacen frente y nos pueden salvar (modular el impacto) de otras formas aún más fascistas todavía que, revistiéndose de progreso y modernidad, nos llevan a la dominación total, camuflándose en los grupos políticos y la masa social que sí representan esas posiciones de forma leal.
¿En virtud de qué se lleva a cabo esa sublevación? En virtud, como dije, de las jerarquías, pero no sólo de las que derivan de nuestros principios sino de las que surgen de nuestras necesidades, que también están jerarquizadas, al igual que los conflictos o lucha de opuestos que se derivan de esos principios y esas necesidades. Ésa es la importancia de las jerarquías, la de no desorientarnos, la de evitar que perdamos memoria de lo que somos.

(2) Nuestras luchas, en efecto, están jerarquizadas, de tal modo que después de la primera va la segunda y así sucesivamente. A partir de ahí, nosotros podemos convenir que la batalla económica, la lucha de clases, que es la de máxima jerarquía, está perdida, y lo estará definitivamente (si no se remedia en virtud de estas leyes), por cuanto sólo la mantienen de forma residual los grupos anticapitalistas, en tanto que los poderes estandarizados (los dos polos, de derechas y de izquierdas), ajenos a esta extorsión global, se mueven en su contexto, dialogan con su lenguaje, están dentro del sistema, asimilados, amortiguando el conflicto y su poder jerárquico, salvo en épocas de crisis manifiesta en las que tienen que aparentar. En ese caso, podríamos preguntarnos cuál es la segunda en importancia, en orden de jerarquía, y que, en consecuencia, toma el primer puesto o lo está tomando en este impasse. ¿Podría ser la referida ideología de género? En efecto, la lucha de género ha venido a sustituir la tradicional lucha de clase de la izquierda, de modo que, una vez perdida la batalla contra el Capital se emprende otra, establecida, al igual que aquélla, entre dos polos (hombre y mujer), y con el mismo pretendido fin, el de alcanzar un igualitarismo a ultranza, el de despolarizarlos: confrontarlos y neutralizarlos; el de desviar (en realidad) sus empeños a algo más tangible y ajeno al Capital.
Ciertamente, se ha establecido una lucha de opuestos, que merecería un rotundo apoyo si se hubiera establecido en unos términos razonables en las pretensiones y en las formas, esto es, de otra manera diferente a la realizada y sin la utilización de expresiones de lucha, de bando, de clase de personas, tal como se venía haciendo en el ámbito económico… Si se hubiera prescindido de toda la parafernalia, y la utilización generalista de determinados términos: opresores, violadores, etc., que hubiera invalidado cualquier objeción al respecto, y que pone de manifiesto, por otra parte, un desatado sentimiento misandrógino, un afán de universalizar, de extender, de ajustar las cuentas con recargo o penalización. Y de una forma absurda, mayormente, por cuanto buena parte de la ciudadanía masculina es cómplice de ese proceso inclusivo y reparador.
No era necesario dejar al hombre (que plantea objeciones) al margen de la lucha, o ser el objeto de ella, separando, dividiendo, tal como se ha dejado. Algo que separa, que divide, que no implica (que complica), no puede estar bien concebido. Si se hace así ya no seremos uno, seremos dos, y siendo dos uno hace y el otro reacciona y deshace. Siendo dos, la lucha de opuestos será lucha, una continua interferencia destructiva, la que como dije se pretende en última instancia desde ese poder oculto: se despolarizan socialmente y se polarizan humanamente.
No necesitamos ni siquiera conocer los detalles para explicar el proceso. Este asunto, como en casi cualquier otro de la vida, y cualquier función matemática que lo represente, a partir de un punto cambia su pendiente y se hace negativa. Ésa es la mecánica.
Esto no quiere decir que no podamos seguir mejorando en lo que queremos mejorar, quiere decir que hay que hacerlo de otro modo (actuando sobre otras variables), porque haciéndolo así, sobre una única variable, iniciamos un inevitable deterioro de otras cuestiones importantes de la realidad, como está siendo el caso.
Respecto a lo económico, de acuerdo con esa mecánica, se ha producido un punto de inflexión en la relación entre los polos (dinero-no dinero), pasando de un máximo histórico de bienestar en esa relación a una situación de regresión social que viene acompañado de un marco jurídico laboral, que es el que verdaderamente lo posibilitaba, impulsado por el Capital y su modelo de estandarización social vigente actualmente. La pregunta es, ¿no se ha producido aquí igualmente un punto de inflexión y hemos pasado de la máxima equidad entre polos-sexos (susceptible de ser mejorada mediante otras variables) a un estado de regresión o quebranto, casi sin darnos cuenta, impulsados también mediante una legislación y por los mismos actores?
Realmente, no se entiende por qué la izquierda extrema, sensible normalmente a las manipulaciones, no se percata de ésta, es decir, no advierte que ha entrado en el juego de sus enemigos tradicionales, por qué no se distancia y cae en la cuenta del verdadero juego (o, por qué no cae en la cuenta, y se distancia). No se entiende por qué no sabe o no intenta diferenciar aquello que es repudiable, impuesto, antiguo, de aquello otro que trata de establecer, como paradigma, una suerte de seres asexuados, sin impulsos vitales, desnaturalizados, desprovistos de lo genuino, y se presta a que tenga que ser la derecha la que lo haga desde su ortodoxia, desde su memoria. Y, en último término, no se entiende por qué busca el reencuentro con lo natural (con lo genuino) en todas las naturalezas menos en la humana.

(3) En las relaciones económicas se pudo advertir que a partir de una fecha el mundo económico se desvirtuó y entró en una deriva inadmisible, aquí se puede advertir lo mismo, se puede advertir que las relaciones entre género lejos de ir hacia ese espacio de libertad ansiado se está emponzoñando, lo están emponzoñando quienes les da igual que haya ese espacio o que no. En consecuencia, o guiamos estas relaciones por el camino de la comprensión de lo que he expuesto o las llevaremos al extremo, que es llevarlas a la iniquidad, al enfrentamiento, a la perpetuidad, a la degeneración sistémica.
Como punto de partida de ese camino tenemos que establecer una ley higiénica, aséptica, incontestable, una ley que no dé la última vuelta de tuerca, que no aspire a todo sin mirar para atrás, y que elimine los puntos de discordia, los aspectos controvertidos y con ellos los argumentos, la objeción social o de las partes, precisamente para que no haya partes.
Ése es el camino, pero por encima de éste el camino es recuperar la verdadera jerarquía para, como dije, no desorientarnos y evitar perder la memoria de lo que somos, para no dejarnos involucrar más en una lucha fratricida, ya sea entre un hermano y otro o entre éste y su hermana, para determinar claramente qué cosas de todas las que nos pasan es la de mayor importancia y es, además, causa de otras muchas que quedarían automáticamente en franquicia.
El camino es diferenciar la igualdad-reclamo y la desigualdad forzada que da lugar a otras muchas desigualdades y falta de oportunidades, dicho de otra forma, diferenciar la desigualdad esencial, que afecta a nuestra naturaleza humana y nuestra dignidad, de esa que proviene de la comparación, de la competitividad o incluso la supervivencia, y que exacerba engañosamente los elementos diferenciales, o los entresaca sin más. Se presenta un panorama de escasez, y el Capital establece unos nuevos competidores, una nueva clase de competidores, ya no entre zonas ricas y pobres, entre el norte y el sur, sino entre sus habitantes partidos en dos de forma natural a través de su género. Allí donde antes había una familia luchando juntos contra la precariedad, ahora hay un hombre y una mujer, y con ello una mujer que mide con calibre en qué cosa se encuentra en desventaja, en vez de observar el conjunto de la realidad, lo absurdo de la disputa, y comprender que hay otra indignidad de orden superior, y un opresor de orden superior que aprieta una mano u otra a discreción, y que eventualmente afloja la mano antes de estrangular definitivamente, de llevarnos irremisiblemente al esclavismo social, adscrito a las estructuras laborales, empresariales, y demás servidumbres de la vida que cada vez más soportamos todos: todo logro social es producto del interés del Capital que ocasionalmente simula rendirse a las demandas y que incluso crea corrientes de opinión favorable y grupos de presión al efecto.
Tenemos que hacer una liberación social, pero tenemos que establecer sus criterios. Liberación puede ser forzar unas determinadas transformaciones sociales y liberación puede ser resistirse a que se realicen (como la ley de la reforma laboral, como la ley mordaza), en consecuencia, liberación puede ser tanto forzar un nuevo paradigma social como impedir adentrarnos en otro de dudosa altura social. Nosotros tenemos que conocer sin lugar a dudas cuál es nuestra lucha, nuestros propósitos, que no son otros que la elevación del ser humano, y quienes son los que impiden que los alcancemos, quienes son los que sistemáticamente nos desvían del camino y nos quieren hacer creer que el camino es otro, simplemente porque pueda haber una relación causa-efecto de segundo orden que valida sus premisas (trabaja más y vivirás mejor, por ejemplo), en tanto que la de primer orden nos lleva al sinsentido existencial (trabaja más y no tendrás vida propia).
El camino es señalar las cosas que verdaderamente nos impide transformarnos como sociedad porque cada vez que lo intentamos alguien se encarga de desbaratarnos las pretensiones con un golpe de realidad, o con un golpe, o mediante un oportuno señuelo o un falso elemento de prosperidad.
Ése es el camino de la esencialidad o de la convergencia política que demandamos en los partidos, la propuesta de trabajo que pedimos, a la que ya llegan tarde y no alcanzan, la de ser claros divulgadores de la realidad (no encubridores), y de todas las extorsiones soterradas que se producen en las diferentes esferas de poder.
El camino es Nesara y Gesara como realidad o como idea que dibuja por primera vez de una forma suficientemente difundida lo que queremos como humanidad, que impide que la realidad pretendida u ofertada pueda ser otra menor o adulterada, y que por primera vez reconoce una forma de dictadura global, esto es, a una élite totalitaria de orden mundial, y establece su correspondiente propuesta de liberación en ese mismo ámbito.


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