miércoles, 14 de noviembre de 2012

Tercera comunicación transversal del 15-M


¿Y después del 14-N, qué?
En estos días he finalizado el segundo bloque de la Teoría social, lo que me viene muy bien para ahondar en ciertos aspectos que hasta ahora sólo he podido mencionar o tratar de forma indirecta.
Ahí se trata cómo se gestiona la desigualdad de poder político (bipolaridad política) y cómo ésta da lugar (y ha dado) a la lucha de clases, que constituye —con su resultado de fuerzas— el motor de la transformación social.
Aunque la lucha de clases está ya más que estudiada, no se ha llegado como aquí a un esquematismo suficiente que nos permita entender como tal no sólo la establecida por el proletariado sino cualquier otra, lo que nos permite, por otra parte, aplicarlo al momento actual, y alcanzar una mejor perspectiva y un tratamiento eficiente o estrategia, que no es otra que la que ya apunté en El quinto poder —para establecer algún tipo de acción estructurada—, y que luego abordé en la Segunda comunicación transversal del 15M, donde se expresa la necesidad (con la que posteriormente coincidió Felipe González) de que determinados sectores políticos o agentes sociales tomen posiciones, o se planten en ellas.
Según lo tratado, la única forma de hacer una acción efectiva es introducir un polo político intermedio que obligue a un acercamiento de los otros dos en particular al que representa el poder político activo a tomar una posición determinada.
Una pregunta sería quién representa ese poder político activo y otra, quién puede hacer en nuestro contexto de polo intermedio y de qué manera.
Sobre la primera cuestión, hemos entendido que el poder político estaba representado por los mercados, por pusilanimidad o dejación del verdadero poder político, luego hemos visto que era por indefinición interesada, seguramente condicionada por ese poder del dinero. Resolvemos que es verdad que los mercados tienen poder, pero más verdad es que éste se diluye con acciones políticas que hoy por hoy estamos en condiciones de tomar en Europa, y no se toman. Ya sabemos, en consecuencia, sobre quién ejercer la acción.
La posibilidad, por otra parte, de ejercer de polo intermedio viene condicionada por la calidad (lo inmerso que esté en el sistema) y la cantidad de polo (el respaldo social), que sólo es factible en este contexto por quien ya es poder, esto es, por el partido mayoritario de la oposición, que ya dispone de los mecanismos legales (además de los legítimos que puede tener cualquier otro grupo) y buena parte del aval referido (el de los incondicionales y el de los necesitados).
Dicho esto sólo queda que quiera, que comprenda la necesidad de hacer de polo intermedio, y lo que requiere: lo que se requiere para ser un auténtico polo intermedio y para tener todo el aval. Una cosa lleva a la otra, y si no hay más respaldo a las acciones sociales (como no lo hay en la participación democrática actual) es por la dudosa intencionalidad del polo intermedio y del aval incondicional, es decir, del poder que actúa simplemente como contrapoder, y de los sindicatos que por encima de otros planteamientos se alinean con ese contrapoder y se instalan como abanderados del anticapitalismo cuando han sido ellos y son ellos quienes han avalado en las empresas, una por una, estas formas, interesadamente, permitiendo lo que ahora denuncian, siendo cómplices de una gestión empresarial enfocada a la destrucción del trabajo digno, facilitando el precario o de segunda clase a cualquier precio, con los mismos argumentos que utiliza la patronal (mejor minijobs que nada) a pesar de haber sido eternamente denunciado por otros sindicatos minoritarios y profesionales.
Es por todo esto que antes de nada se tiene que definir cómo se va a ser polo intermedio (ya no seguimos a cualquier abanderado) y para qué, que no puede ser nada más que para serlo rompiendo toda ambigüedad o confusión del polo activo definido en la cuestión anterior, esto es, de Europa o la perspectiva europea (aunque, tal como se expresó, tenga su propia justificación).
Hacer de polo intermedio implica (éste es el cómo), en primera instancia, “plantarse”, lo que supone una diferenciación clara del poder y las formas que se están empleando. Esta cuestión no es fácil cuando, utilizando precisamente esas formas, se ha sido parte activa importante (causante) de este desastre, y exige, por tanto, desmarcarse de los antiguos puntos de vista y diferenciarse con otros nuevos: es imposible adoptar un cambio en el modo de hacer (que sea creíble) sin contemplar un cambio en el modo de pensar y adoptar una mirada superior (lo intermedio sin ella es vulgar, es lo que ha sido hasta ahora). Una cosa sin la otra es derribo o mero proselitismo.
No sirve un programa electoral, no sirve plantear unos presupuestos que corten aquí y pongan allí (ese engaño manifiesto), esto lo deben hacer los administrativos, no los políticos ni los líderes sociales y políticos. Sólo sirve un nuevo diseño.
Los cambios deben ser, por tanto, cambios sustanciales en la vida económica, política y social, y deben ofrecer una forma totalmente distinta de hacer y de concebir las cosas, en primer lugar porque la misma forma no sirve de nada, en segundo lugar porque ya la hacen otros; y que además sea posible y congruente con la realidad.
La sociedad Inversa (Manifiesto)
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Este cambio de posición es imprescindible, por otro parte, para su pervivencia como grupo. Ya se dijo en el Manifiesto: “La socialdemocracia necesita una teoría social que revigorice su proyecto…”.
Estamos diciendo que la solución para la situación social y para su proyecto es la misma cosa, que les debe llevar a un mismo debate, que es el que deben hacer en un congreso: sólo sirve a la sociedad un proyecto viable, sólo se puede liderar un proyecto viable (y quieren liderar, ¿verdad?).
El debate es, para empezar, si lo que implica el socialismo es lo que necesita esta sociedad o si por el contrario se precisa un cambio cualitativo, aun conservando parte de su espíritu. La cuestión no es cualquier cosa, es determinar si las formas usadas de manera inercial están a la altura de los tiempos y/o si están entrando en contradicción con nosotros mismos y con los propios tiempos. Tampoco sirve romper esa inercia a base de experiencias traumáticas o mecanismos de reacción, esto es, mediante pequeños ajustes que llegan tarde, y que muestran que se va detrás de los acontecimientos.
Pensamos que sí, pensamos que el socialismo y por extensión aquella parte de la sociedad adyacente, de acuerdo al momento actual y, sobre todo, de acuerdo a esa altura de los tiempos (por muchas razones está civilización está entrando en otra Edad), tiene que reeditarse. Algunas premisas están superadas, otras son viejas, otras son claramente contraproducentes o incoherentes, y no soportan un debate intelectual, o no son acordes a la idea que queremos tener de nosotros mismos (una idea elevada), como lo ya referido respecto a los mecanismos de expresión social, que hay que superar, y antes de eso, saber superar.
La cuestión es determinar cuáles tenemos que desechar, cuáles mantener, qué aspiraciones del clamor popular son asumibles, factibles, y cuáles no, y por qué, y establecer con ellas una hoja de ruta clara, desde el afán de alcanzarlas, desde la honestidad.
Eso supone desideologizar, esto es, abandonar ideologías y estrategias ideológicas que hacen del partido o del grupo una empresa.
Desideologizar no es sólo abandonar ideologías, es tomar otra perspectiva de la sociedad más global y armoniosa y abandonar una praxis absurda, segada o imposible y, sobre todo, dañina: la mayoría de nuestros problemas provienen de nuestros excesos.
Desideologizar es la condición necesaria indispensable para albergar otra estructura de las cosas, y, ahora como hemos visto hace falta otra estructura de las cosas, una que permita integrar a los dos polos sociales en una realidad superior, una que permita  frente a la tendencia actual de corregir los excesos con otros excesos (ley del balancín) corregir el problema fuente o neutralizarlo en el sustrato social (sin sentimientos reactivos, por una ley de los vasos comunicantes), lo que implica una exigencia social, una socialización real de las penalidades y la implementación de ese sustrato en un nuevo modelo social.
La sociedad Inversa (Manifiesto)
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Un nuevo diseño, estructura o modelo social exige la modificación del modelo económico que lo sustenta, y, antes de eso, la contemplación de otros fundamentos o principios de funcionamiento, que nos permitan descubrir toda una dinámica de estados, o posibilidades. Una cosa sin la otra es mera iluminación, o simplemente mentira.
El polo intermedio debe superar el lenguaje economicista y plantear grandes estrategias, esto es, superar el organigrama socioeconómico actual y plantear otro tipo de superestructura, y luego ejercer su acción, destinada a alcanzar la máxima simplicidad, la máxima higiene social o supresión de resistencias mediante resoluciones justas y claras.
El polo intermedio tiene que plantearse qué cosas tiene que hacer para hacer de esta sociedad una sociedad viable económicamente y completa (sólo así seducirá). Esto es lo que se plantea en La Sociedad Inversa.
Si no se dice algo bien diferente, se está diciendo lo mismo. Y claro, ir por ir…



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